En la Plaza Vieja de la Rinconada, en la Avenida Solano Vera al 1.000, en Yerba Buena, hay un busto de Eva Perón que tiene todas las características del busto de Concepción, lo cual no es nada raro: este tipo de esculturas en bronce casi nunca son originales pues están copiados (o “vaciados” como se dice en la jerga del escultor) desde un original que suele ser en yeso o cera. Por otro lado, este tipo de bustos y figuras en bronce son parte de políticas de conmemoración cívica que responden a programas nacionales. Nuestro San Martín de la plaza homónima está en medio país, y nuestro hermoso Belgrano está idéntico en Salta. Y qué mejor que los períodos peronistas para ejemplificar esas “políticas del imaginario” que se reflejan en pormenorizados estudios académicos como el “Un mundo Feliz” que publicó Marcela Gené hace unos años.

Incluso nuestro peronismo de hoy es cultor de un imaginario riquísimo y muy visible. La contracara es que semejante voluntad iconófila termina en la furia destructora. Es decir despierta las mas virulentas iconoclastias.

Una de las escenas más pregnantes de la impresionante película “Gatica” de Leonardo Favio reflejaba el día después de la “Revolución Libertadora” con una calle de Buenos Aires con montañas de deshechos, objetos rotos y una enorme pintura de Eva al borde de ser quemada.

El busto de la Rinconada está entero, pero no impecable. Mira al norte y está pintado con brochazos verdes (me imagino que del club futbolero del barrio) y sigue con su cabeza bien puesta sobre una clarísima hoja de cannabis sativa en el pedestal.